En México existe una relación de más de 100 años con este deporte, debido a la construcción de la primera alberca (Pane) en 1872. Entre sus múltiples usos, destacaba una escuela de natación; sin embargo, este recinto desapareció en 1912.
En 1924 nuestro país hace presencia en los Juegos Olímpicos de la Ciudad de Paris y fue hasta la justa veraniega de 1968 celebradas en tierra azteca, que se ganó la primera y única medalla de oro en la natación. El atleta fue un joven llamado Felipe “El Tibio” Muñoz, quien ganó la presea a sus 17 años de edad en la prueba de 200 metros pecho.
Que este deporte se desarrolle en albercas implica ciertos riesgos, tales como enfermedades respiratorias, reacciones adversas a los químicos utilizados en el agua, ingesta de líquidos, entre otros. Por esta razón, Hernández Cuarón recomendó, en el caso específico de las edades más cortas, checar que la temperatura del agua sea la indicada, tener la certeza que la piel del infante no presente complicaciones al entrar a la alberca y cuidar que las clases sean lo más apegadas al “juego” con el fin de no presionarlos y se sientan seguros.
La especialista indicó que en los adolescentes la asistencia constante a entrenamientos es fundamental; con esto se adaptará de mejor manera a los manejos de la respiración, sea por la nariz o por la boca. Por otra parte, para las personas adultas aconsejó abrigarse correctamente al salir de la alberca para evitar que los cambios de temperatura provoquen una enfermedad; ya que las defensas del cuerpo disminuyen con el transcurso de los años.

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